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jueves, 25 de septiembre de 2014

LA VIDA DE UN MINERO

Hola.
Aquí os traigo un nuevo relato titulado La vida de un minero. 
Espero que os guste.

Aquel hombre que veía todos los días su bajada a las entrañas y fondos de esa mina, a restarle poco a poco, palmo a palmo, el mineral arrancado por él, sabiendo que la riqueza no sería suya, sino para el dueño de la mina.
Los mismos dueños de las minas que no podían dormir tranquilos, pues algunos de éstos no dormían y no vivían pensando en tener más riquezas.
Sí, más riqueza a costa del minero.
Pero el minero nunca fue admirado por estos señores, si se les puede llamar así.
Pero en muchas ocasiones el minero tenía temor, miedo y rabia de ver, escuchar palabras hacia a ellos muy fuertes que pronunciaban aquellos supuestos caballeros:
-Si no te conviene te vas a la…Si estás enfermo no sigas aquí. ¡Vete ya! Tengo personal para trabaja en la mina. Así que los que estéis en malas condiciones me importa poco.
Éstas y otras palabras eran dedicadas del amo al minero.
Incluso como podían decir cosas si se les pagaba a estos mineros con vales.
Y la plata para ellos, no, no se les comía el remordimiento. Porque hubo un tiempo en el que los mineros se hartaron y se rebelaron.
Fruto de aquella rebeldía, consiguieron que se les pagaran con pesetas. Los mineros consiguieron empezar a vivir de su trabajo.
Su jornal iba destinado a comprar comida para alimentar a sus familias. Tampoco se les pagaba gran cosa, pero servía para tirar adelante.
Las familias de los mineros fueron las que mayores padecimientos tuvieron en aquella época.
¡Ay! Los pulmones siempre traían malas noticias. La sufrieron muchos mineros. Esta enfermedad era catalogada en tres grados: primero, segundo y tercero. La enfermedad no era contagiosa, sino que la causaba el polvo de los martillos mineros.
¿Cómo es posible que después de la revisión médica volvieran a bajar a la mina cuando, en teoría, al dueño le sobraban los mineros? Porque ha habido casos en los que enfermos de tercer grado de esta enfermedad, los más graves, volvían a bajar a la mina a seguir trabajando.
Bueno, y del cante que se cantaba en estas galerías mineras de donde surgió del mismo minero. Claro que era un cante para borrar las penas y las calamidades que padecían.
Fue un cante al pie del martillo y la barrena. Fue un cante de empujes a las vagonetas o cunas. Fue un cante a la carga de los barrenos.
Todo esto y más se cantaban en las galerías, en las entrañas de la mina.
Este cante creado por sus mineros no tuvo directores y otros argumentos para aquellos tiempos de pena y pobreza. Se cantaba de corazón, siendo siempre la minera, taranta y cartagenera. La Escuela del Cante se encontraba en el fondo de la mina. Algunas veces se decía que servía para parar el hambre, pero no el trabajo.
De manera ficticia, hubo algunos mineros que no pudieron seguir con este cante. Los compañeros le decían:
-Anda canta algo.
Y él decía:
-No puedo, ya no tengo aire en los pulmones.
Pero había otros que sí le cantaron a él y a los demás.

Ya no hay actividad minera local en esta comarca, pero este cante tiene raíz minera y por lo mismo comprenderéis que cante es.


Una mina con buena estrella. 

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