Aquí os traigo un nuevo relato titulado La vida de un minero.
Espero que os guste.
Aquel hombre
que veía todos los días su bajada a las entrañas y fondos de esa mina, a
restarle poco a poco, palmo a palmo, el mineral arrancado por él, sabiendo que
la riqueza no sería suya, sino para el dueño de la mina.
Los mismos
dueños de las minas que no podían dormir tranquilos, pues algunos de éstos no
dormían y no vivían pensando en tener más riquezas.
Sí, más
riqueza a costa del minero.
Pero el minero
nunca fue admirado por estos señores, si se les puede llamar así.
Pero en muchas
ocasiones el minero tenía temor, miedo y rabia de ver, escuchar palabras hacia
a ellos muy fuertes que pronunciaban aquellos supuestos caballeros:
-Si no te
conviene te vas a la…Si estás enfermo no sigas aquí. ¡Vete ya! Tengo personal
para trabaja en la mina. Así que los que estéis en malas condiciones me importa
poco.
Éstas y otras
palabras eran dedicadas del amo al minero.
Incluso como
podían decir cosas si se les pagaba a estos mineros con vales.
Y la plata
para ellos, no, no se les comía el remordimiento. Porque hubo un tiempo en el
que los mineros se hartaron y se rebelaron.
Fruto de
aquella rebeldía, consiguieron que se les pagaran con pesetas. Los mineros
consiguieron empezar a vivir de su trabajo.
Su jornal iba
destinado a comprar comida para alimentar a sus familias. Tampoco se les pagaba
gran cosa, pero servía para tirar adelante.
Las familias
de los mineros fueron las que mayores padecimientos tuvieron en aquella época.
¡Ay! Los
pulmones siempre traían malas noticias. La sufrieron muchos mineros. Esta
enfermedad era catalogada en tres grados: primero, segundo y tercero. La
enfermedad no era contagiosa, sino que la causaba el polvo de los martillos
mineros.
¿Cómo es
posible que después de la revisión médica volvieran a bajar a la mina cuando,
en teoría, al dueño le sobraban los mineros? Porque ha habido casos en los que
enfermos de tercer grado de esta enfermedad, los más graves, volvían a bajar a
la mina a seguir trabajando.
Bueno, y del
cante que se cantaba en estas galerías mineras de donde surgió del mismo
minero. Claro que era un cante para borrar las penas y las calamidades que
padecían.
Fue un cante
al pie del martillo y la barrena. Fue un cante de empujes a las vagonetas o
cunas. Fue un cante a la carga de los barrenos.
Todo esto y
más se cantaban en las galerías, en las entrañas de la mina.
Este cante
creado por sus mineros no tuvo directores y otros argumentos para aquellos
tiempos de pena y pobreza. Se cantaba de corazón, siendo siempre la minera,
taranta y cartagenera. La Escuela del Cante se encontraba en el fondo de la
mina. Algunas veces se decía que servía para parar el hambre, pero no el
trabajo.
De manera
ficticia, hubo algunos mineros que no pudieron seguir con este cante. Los
compañeros le decían:
-Anda canta
algo.
Y él decía:
-No puedo, ya
no tengo aire en los pulmones.
Pero había
otros que sí le cantaron a él y a los demás.
Ya no hay
actividad minera local en esta comarca, pero este cante tiene raíz minera y por
lo mismo comprenderéis que cante es.
Una mina con buena estrella.
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